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Al parecer vivimos en un mundo donde el ser humano y la naturaleza no pueden convivir en un mismo espacio, y no precisamente porque la naturaleza no lo permita y las condiciones no existan, sino porque el ser humano dejó de coexistir y empezó a destruir lo que impidiera el cumplimiento de sus objetivos y todo por satisfacer necesidades individuales.
El promedio de deforestación anual pasó rápidamente de 5.500 hectáreas, a más de 10.000. La tala ilegal se produce tanto en tierras públicas como en territorios indígenas o propiedades de las comunidades; la falta de control de las actividades forestales y la poca capacidad de aplicación de la ley forman parte del problema; pero este está alimentado por la alta demanda de madera sin requerimientos ambientales, incluyendo especies de alto valor.
La masiva tala de bosques ha sido principalmente para su uso ilegal en los mercados o para convertir los terrenos en praderas y monocultivos. Así es como todos los días las personas están acabando con los pulmones del planeta, destruyendo miles de hectáreas de árboles grandes y cambiando el panorama mundial, donde el verde cambia de color a gris.
La selva amazónica es la mayor extensión de Bosque Primario del planeta y en ella viven el 50% de las especies vegetales y animales conocidas, y 220.000 indígenas de 180 pueblos diferentes. Pero está desapareciendo a un ritmo alarmante y todas las medidas para evitarlo han sido en vano.
No es suficiente con aumentar las leyes, las restricciones, ni mucho menos las campañas de concientización, es necesario actuar para evitar la deforestación aumentando la reforestación. Como hemos dicho antes, el futuro de la naturaleza está en manos de quienes replicamos las acciones de aquellos que buscan un futuro mejor para el medio ambiente. La Amazonía lo pide, pero más que eso, el mundo entero lo necesita.
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